Un balance de las inundaciones
desde una perspectiva de clase
LOS DAMNIFICADOS SON SIEMPRE LOS MISMOS
Cada año vemos como la llegada
del invierno no sólo significa mayores gastos para los sectores
más pobres de la población chilena, sino que además,
el comienzo de un negro y largo período del que no se puede escapar.
Y es que el invierno es para los sectores explotados como una especie
de plaga lanzada por los antiguos dioses, un gran mal que
vuelve constantemente, año tras año para quedarse por cuatro
largos meses.
Al
revisar las imágenes de las últimas lluvias y temporales,
un periodista graficaba de esta forma una triste realidad: Como
pueden ver, los puntos de anegamiento y las zonas más damnificadas
son los mismas de siempre. Perfectamente podríamos estar dando
estas noticias mostrando las imágenes de años anteriores.
Hoy cuando las ciencias y la técnica
han alcanzado un nivel nunca antes visto, cuando los tecnócratas
se jactan de los grandes avances, vemos como gran parte de
la población todavía es golpeada por fenómenos naturales.
En estos momentos en que se puede saber con gran exactitud los movimientos
de ondas cálidas y frías y hasta se predicen los grados
que tendrá cada zona y en que horario, las poblaciones pobres se
siguen inundando y sus habitantes ven impotentes como el agua les arrebata
sus pocas pertenencias.
En el Chile actual, bajo un gobierno
pro-imperialista y anti-popular, todos los adelantos y riquezas son monopolizados
por una capa parasitaria, mientras el resto, quienes realmente crean esos
adelantos y riquezas, se ven privados de las cuestiones más básicas
para subsistir. Si es que logran sobrevivir, porque cada lluvia y temporal
le arrebata al pueblo parte de sus hijos.
Solamente véase que en el último invierno murieron cerca
de 25 personas, entre las que se cuenta un obrero, que al luchar contra
las inundaciones fue succionado por un alcantarillado al que se le había
salido la tapa.
Los damnificados fueron cerca de 30.000, de los que más de la mitad
corresponden a la región del Bío Bío, sector que
fue decretado como zona de catástrofe, después que una represa
de Endesa abrió sus compuertas. Lo peor es que muchas de estas
personas se encuentran cesantes y no tienen donde acudir. A semanas de
la catástrofe natural todavía muchos de estos
damnificados no reciben solución a su situación.
Ante este macabro desenlace, el gobierno
-al servicio de los grandes capitales- no se ha pronunciado, siquiera,
respecto a aplicar alguna sanción a Endesa, sino que se limitó
a manifestar mediante Andrés Zaldívar que: "Hay que
ver y estudiar de qué manera podemos evitar que ese tipo de daños
se produzca ya sea porque haya que erradicar los sectores de riesgo o
que estén bajo las cotas, o porque se tomen medidas como para manejar
la evacuación de las represas sin provocar daños.
(La Tercera online, 14-07-2006).
Viviendas ¿sociales?
En este negro panorama, donde miles de pobladores ven como
sus casas se las lleva el río, se desmoronan los cimientos y deben
enfrentar todo el rigor del crudo invierno, el gobierno no ha hecho nada
que vaya en ayuda del pueblo, sino que todo lo contrario, a modo de burla
ha entregado casetas en mal estado, en las que es imposible que una familia,
por pequeña que sea pueda habitar en ellas. Primero fueron las
denominadas casas chuvi, las que una vez entregadas comenzaron
a lloverse y desmembrarse por completo. Tanto fue el descalabro causado
por las lluvias en las viviendas sociales que sus habitantes
recalcaron que: En tales condiciones preferimos volver a los terrenos
tomados. Vivíamos mejor en la Toma de Peñalolen que en estos
departamentos que entrega el gobierno.
Cuando parecía que las casas chubi era
lo peor en viviendas sociales, el gobierno -en forma pomposa-
hace entrega de una serie de casetas de 9 mts2 y otras de 12 mts2 en las
zonas de Machalí, Rengo y Malloa. De estas casetas, algunas ni
siquiera tenían baños. Con estas nuevas viviendas
la burla del gobierno hacia los sectores populares se hacia más
evidente y descarada. Quienes llegaban a sus nuevas casas
lloraban de rabia, ya que no existe familia alguna que pueda vivir en
tales condiciones.
Ante la ola de denuncias y críticas hacia el gobierno
y sus planes de urbanización y viviendas sociales,
la Ministra de Vivienda, Patricia Poblete dijo que todo esto era un montaje
y que los pobladores han faltado a la verdad.
Patricia Poblete, pretendiendo desligarse de toda responsabilidad, culpó
a los pobladores por haber aceptado esas casetas: No es una vivienda,
ya que es sólo cocina y baño, pero ellos quisieron ese terreno
(El Mercurio, 08 de julio del 2006). Al mismo tiempo, y con la mayor hipocresía,
manifestó que aún faltaba una segunda etapa, donde se llevaría
a cabo una ampliación de 37 mts2.
Aún cuando los personeros de gobierno declaran una
y otra vez que las actuales viviendas serán ampliadas,
esto nunca ha estado en sus planes y si sostienen una cuestión
similar es solamente para salir al paso de las críticas que se
han hecho cada vez más agudas. Solamente téngase en cuenta
que el director del Serviu de la II Región, Víctor Hugo
Véliz, hizo entrega de una veintena de casas sin servicios básicos
a los pobladores de Calama. Ante las críticas y las protestas Véliz
argumentó que había actuado de esa forma por razones
humanitarias.
Salud
Los niños hijos de las clases explotadas, sufren
víctimas de las enfermedades respiratorias. Pero al ser llevados
a los consultorios y postas públicas se encuentran con un mar de
personas en iguales o peores condiciones. Por lo que no se sabe que es
mejor, llevarlo de vuelta a las casas inundadas o esperar largas horas
para que sean atendidos, horas en que por lo demás deben permanecer
encerrados junto a un gran número de personas con enfermedades
contagiosas.
Los estudiantes secundarios y universitarios se ven privados
de poder llegar a sus lugares de estudio y si logran hacerlo es en pésimas
condiciones. Muchos ya llegan enfermos a los establecimientos educacionales
y al pedir algún medicamento se dan cuenta que en el colegio o
liceo no hay botiquín con medicamentos o que la enfermería
no está apta para funcionar.
Los trabajadores, con temor a que se les descuente el día
faltado, deben realizar verdaderos malabares para llegar a sus centros
de trabajo. Para lo cual, no pocas veces, echan mano a los pocos pesos
que les quedan para poder tomar un taxi o un colectivo, ya que debido
a las lluvias los microbuses y el metro pasan repletos de pasajeros y
es imposible subir a ellos.
Si por casualidad un trabajador cayera enfermo de una gripe
o cualquier otra enfermedad, no puede presentar una licencia médica.
Pues, esto pondría en riesgo su permanencia en la empresa en la
que desempeña sus funciones.
Para los cesantes y jubilados el panorama es más
negro aún. Su situación no les permite siquiera poder contar
con cuestiones tan básicas como medicamentos, gas o combustibles
que le permitan paliar el duro invierno.
¿Qué hacer?
Vemos que ante cualquier suceso o fenómeno natural,
por predecible que sea, son los sectores explotados quienes se llevan
la peor parte. Pero ¿nos seguiremos lamentando? No, ya ha quedado
de manifiesto que al Estado chileno (dictadura de la gran burguesía
y de los grandes propietarios), a este gobierno y a su oposición
electorera sólo les interesa el pueblo en momentos de campañas
electorales. Por lo tanto, nada podemos esperar de ellos, es inútil
pensar que los organismos gubernamentales y municipales solucionarán
los problemas de las masas. Bien claro ha quedado que ellos no gobiernan
sino para dar en el gusto a los grandes monopolios. El desarrollo del
capitalismo burocrático en nuestro país sólo atiza
la lucha de clases y prepara las condiciones para la revolución.
Si no queremos seguir viendo niños que mueren por
enfermedades curables, trabajadores que arriesgan sus vidas para obtener
unos pesos, casas que son verdaderos castillos de naipes y grandes empresas
responsables de la muerte de decenas de pobladores, debemos comenzar a
asumir que sólo un Estado y un gobierno proletario pueden garantizar
las necesidades de las masas. Un Estado que garantice la total expulsión
del imperialismo y los monopolios, entregando el poder a quienes deben
gobernar, los proletarios de Chile. Este Estado y gobierno proletario
no llegará por capricho de algunos ni será conquistado mediante
elecciones presidenciales, parlamentarias o municipales, sino que será
el resultado de una larga lucha de las masas plasmada en guerra popular
contra el imperialismo y sus lacayos.
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