EVALUACIÓN DOCENTE
Satanización a los profesores
La Concertación
hace suyo el legado Pinochetista
Durante el tiempo en que Chile estuvo bajo
la bota de la junta militar fascista, todos los establecimientos educacionales
fiscales fueron municipalizados. El gobierno militar necesitaba reducir
con urgencia el déficit fiscal. Al municipalizar los colegios traspasó
el déficit a las Municipalidades. El Ministerio de Educación
vio reducida sus funciones, las que se traspasaron a los alcaldes designados
(militares o civiles profascistas).
Los establecimientos educacionales forman
dos grandes campos: 1) por un lado los colegios y liceos particulares
subvencionados y los establecimientos municipales. Los primeros han tenido
todas las facilidades para desarrollar el lucro de sus sostenedores, mientras
que los últimos han sido abandonados prácticamente a su
suerte. Por otro lado, 2) los colegios privados. Unos, los primeros, concentran
a la inmensa mayoría del estudiantado popular; en los segundos,
se educan los vástagos de la alta burguesía y de los grandes
propietarios terratenientes.
Hoy, cuando entramos al cuarto gobierno de
la "Concertación", vemos como la gran brecha entre establecimientos
particular-subvencionados y municipales, y establecimientos privados,
sigue presente. Así lo han demostrado las pruebas SIMCE y la última
versión de la PSU. Mientras hay quienes cuentan con el poder adquisitivo
para comprar una formación que les garantiza el ingresar en la
educación superior, los estudiantes de los liceos municipales deben
hacer verdaderos milagros para obtener un puntaje que les permita tan
solo poder postular a las universidades tradicionales.
Ante esta inminente realidad, el gobierno
ni siquiera ha sido capaz de dar explicaciones del constante fracaso de
las políticas educacionales, las que ni siquiera fueron diseñadas
acá, sino que son impuestas desde organismos internacionales hegemonizados
por Estados Unidos como el Fondo Monetario Internacional. Solamente recuérdese
que luego de los resultados arrojados por la PSU, el distinguidísimo
señor Bitar renuncia al Ministerio de Educación para enrolarse
en la campaña presidencial de Michelle Bachelet.
Comienza la cacería
de brujas
En lugar de asumir la responsabilidad que
le cabe, el gobierno y sus personeros en el Ministerio de Educación
se han visto en la necesidad de buscar un chivo expiatorio, alguien a
quien culpar de sus rotundos fracasos.
Así, de la noche a la mañana,
surge el mandato de someter a todos los profesores a una evaluación
general, la denominada evaluación docente. De esta manera, si los
resultados arrojaban un mal desempeño pedagógico, el gobierno
y su Ministerio de la Educación estarían en condiciones
de liberarse de toda la responsabilidad de los fracasos educacionales
y endosársela a los "malos profesores".
Desde sus inicios el proceso de evaluación
docente estuvo viciado. Las condiciones de este proceso, acordadas en
un primer momento, iban siendo cambiadas, unilateralmente, sin consultar
siquiera a ningún profesor.
Se dijo que la evaluación tenía
el objetivo de corregir los errores en el profesorado y premiar a aquellos
que se desempeñaran de buena manera. Sin embargo, la evaluación
tiene una característica punitiva.
Para cualquier empleado municipal sometido
a evaluación hay dos posibilidades: salir mal calificado y ser
reubicado recibiendo una indemnización o salir bien calificado
y ascender de puesto. A esto es a lo que se le denomina como "carrera
profesional". Pero para los profesores la cuestión es diferente,
quien sea evaluado con una baja calificación, debe soportar las
penas del infierno, pero si los resultados muestran a un profesor destacado,
no existe para él ningún tipo de ascenso y perfeccionamiento,
sólo una miserable gratificación económica y quedar
liberado por algunos años de la evaluación. Es decir, sobre
los educadores la evaluación docente pende como la espada de Damocles.
La
evaluación docente no es un proceso confiable
Los resultados de la Evaluación Docente,
entregados el 28 de marzo por el Ministerio de Educación, arrojaron
los siguientes resultados: de 10.695 docentes medidos: 5.595 (52,3%) quedaron
en la categoría de competentes; 3,393 (37,3%) fueron catalogados
como básicos; 706 (6,6%) se consideraron como destacados y 404
(3,8%) fueron evaluados como insuficientes. (Ver gráfico).
Sin embargo, este proceso que el Ministerio
cataloga como "tan serio y decisivo" carece de enormes irregularidades:
1. En este proceso evaluativo han quedado un 43,3% de
los educadores sin evaluar. El mismo ministerio reconoce que son más
de 5.000 los educadores que se marginaron de la evaluación.
Quienes no entregaron sus portafolios fueron calificados en el rango
de insuficientes, aun cuando estos profesores no fueron
evaluados. La lectura que se puede hacer de esto es que el ministerio
asume que el profesor que se resiste a la evaluación es por que
no sabe, por tanto se le califica con la nota mínima.
Esto es parecido cuando a un alumno se le quiere evaluar con la nota
mínima por no haberse presentado a la prueba. La intención
punitiva de la evaluación es evidente, todo lo cual es agravado
al negársele al profesor el derecho a la apelación.
2. El 30% de la evaluación corre por cuenta de
un par y un superior (casi siempre el dueño del establecimiento
o el director). Con lo que casi un tercio de la evaluación queda
en manos de criterios absolutamente subjetivos y que los resultados
que pudiera obtener un educador podría verse decidido por el
humor de un par de personas. Ahora, si dirección desea despedir
a un profesor, pero no cuenta con argumentos, sólo bastaría
que el director lo evalúe de mala manera para que cuente con
una excusa para poner fin a sus labores en el establecimiento. No olvidemos
que a pesar de los mentados concursos públicos, dirección
está lejos de ser un cargo ocupado por gente realmente capacitada,
y que casi siempre son puestos que responden a la dinámica clientelar
y de cuoteo político, por tanto, esta instancia puede ser perfectamente
utilizada por parte de la autoridad máxima de un colegio para
perjudicar, y a la larga deshacerse de profesores que les resulten incómodos
o sean críticos a su gestión, y al contrario, beneficiar
a los que le son afines, indistintamente de su calidad como docente.
La evaluación docente se transforma en una nueva causal de despido
en manos de directores municipales y dueños de establecimientos
particulares, integrando al quehacer educativo una carga extra como
lo es la agudización de la precarización de la fuente
laboral a través de políticas de flexibilización
aplicadas por fin a los profesores de estado.
3. La Evaluación docente pretende dejar caer toda
la responsabilidad del proceso educativo sobre el profesorado. Lo cual
evidencia la poca seriedad del gobierno y muestra su verdadero rostro,
es decir, cero interés por superar la pobreza, por entregar oportunidades
para todos, por educar con equidad; todos temas que ellos mismo han
catalogado como de primera necesidad.
Intentando tapar el sol con un dedo, Carolina Tohá a dicho que
la evaluación docente permite "poner el dedo en la llaga"
(El Mercurio, 30 de Marzo del 2006, p. 9). Sin embargo, el mismo Juan
Villarzú, aún desde su punto de vista pro-concertación
ha sostenido que la cuestión educacional no puede ser responsabilidad
de un solo sector (véase: Capital, N° 172, pp. 61-62).
Este proceso evaluativo hace la vista gorda respecto a todos los factores
que influyen en la educación de los estudiantes y de quienes
son los principales responsables. Pues si los profesores son los únicos
responsables de la educación, entonces ¿cuál es
labor del Mineduc?, o ¿qué necesidad habría de
su existencia? ¿Qué responsabilidad tiene el gobierno?
Y si la responsabilidad recae solamente sobre los profesores: ¿por
qué no son consultados en forma seria y permanente sobre su parecer
en las políticas educacionales?
A este respecto las opiniones de los diferentes sectores son tajantes.
Cecilia Cardemil, investigadora del CIDE recalca: "Pero creo que
"la evaluación individual del profesor" es insuficiente.
La educación se desarrolla en procesos complejos, donde intervienen
múltiples factores que influyen en el rendimiento de los estudiantes."
(La Tercera, 29 de Marzo del 2006, p.12).
4. Por otro lado, Carolina Velasco, investigadora de
Libertad y Desarrollo afirma: "La principal debilidad
de la evaluación es que no mide el desempeño del docente
en cuanto a los resultados -si los niños aprenden o no- sino
sólo el proceso de enseñanza (preparación y realización
de clases)." (Ibíd., p. 13). Efectivamente, el desarrollado
del portafolio (conjunto de los materiales que se deben
desarrollar en la evaluación) por parte de los docentes no es
evidencia suficiente de buenas o malas clase, ni la grabación
de una de ellas y su posterior revisión le podría asegurar
a los evaluadores que se está en presencia de un buen o mal profesor.
5. La evaluación en la que fueron medidos cerca
de 1.700 profesores, arrojó como resultado que sólo un
docente debe abandonar el sistema, al ser catalogado por tercera vez
como insatisfactorio. ¿Qué seriedad puede tener esto?
Sin duda que no es posible que en un universo tan grande pueda haber
solamente un profesor que no presente las condiciones para hacer clases.
Entonces ¿Dónde están los "malos profesores"
sobre los cuales el Estado ha hecho recaer la responsabilidad?
Cualquier persona que tenga meridiana claridad de
lo que significa un proceso evaluativo puede dar fe de que este proceso
busca flexibilizar y precarizar el campo laboral de los docentes, otorgando
un mayor manejo a las municipalidades de los costos de educación,
puesto que les permite administrar un efectivo mecanismo de despido sin
derecho a jubilación (a penas sí una miserable indemnización)
y contratar nuevos profesores por hora y con sueldos siempre bajos. Si
el empleo ya es precario para los profesores de colegios privados y particular
subvencionados, ahora lo será también para los profesores
de planta en el sistema municipalizado. Como dijimos anteriormente, un
proceso en el cual el gobierno de turno y su ministerio sólo buscan
"lanzar la pelota a otros" y desligarse así de toda responsabilidad
por los malos resultados.
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