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Unidad del pueblo para luchar
contra el imperialismo
El imperialismo (principalmente yanqui) es
uno de los enemigos fundamentales de los pueblos del mundo. La unidad
del pueblo para su definitiva expulsión de nuestro país,
es una tarea estratégica de largo aliento. Pero la unidad no puede
ser alcanzada sobre la base de candidatos al parlamento o al gobierno.
La unidad no puede ser alcanzada mediante algunas reformas políticas
a la Constitución y las leyes, ni siquiera mediante la creación
de una nueva Constitución. La verdadera unidad del pueblo sólo
será alcanzada sobre la base de la destrucción del Estado
burgués-terrateniente chileno, pues éste constituye el principal
instrumento de las clases opresoras para mantener al país en condición
de semicolonia estadounidense. La verdadera unidad del pueblo, por lo
tanto, será alcanzada mediante la lucha revolucionaria de masas
por la conquista del poder. Los revolucionarios comunistas debemos actuar
unidos desde ya para alcanzar junto al pueblo el cumplimiento pleno y
cabal de estos objetivos políticos fundamentales e irrenunciables.
En este sentido, las luchas de las masas
populares, en el presente año, van dejando cada vez más
en evidencia, para ellas, el verdadero carácter del actual gobierno.
El bacheletismo, frente a las luchas populares, se torna más soberbio,
reaccionario y represivo que los anteriores gobiernos de la concertación,
pero al mismo tiempo se muestra más sumiso y servil frente a los
intereses de los grandes capitales monopólicos chilenos e imperialistas.
Por lo mismo, la lucha de masas no se ha detenido, al contrario.
Después del Movimiento de Mayo los
estudiantes secundarios han vuelto a las calles. El engaño que
encerraba la maniobra dilatoria del gobierno mediante el Consejo Asesor
para la educación ha provocado una profunda indignación,
agotó la paciencia y, al mismo tiempo, descubre ante los ojos de
miles de estudiantes la falsedad de sus promesas. Los estudiantes se han
cansado de esperar, ahora más concientes del hecho que el gobierno
sólo utiliza tretas para desmovilizar o contener el descontento
y protesta popular. Es así que se ha generado un nuevo repunte
de sus luchas como ha quedado de manifiesto en provincias y en la zona
poniente del Gran Santiago donde la protesta alcanzó altos grados
de violencia.
Precisamente en este contexto los revolucionarios
debemos asumir el trabajo más paciente y de largo aliento, el trabajo
más pesado del quehacer comunista: saber combinar la
actividad de agitación y propaganda con la irremplazable organización
de las masas, su movilización a la lucha y su politización
en los objetivos del Programa de Nueva Democracia, y en perspectiva comunista.
Estas cuestiones constituyen aspectos medulares del trabajo político
entre las masas. La distribución del periódico, su lectura
colectiva, sacar las lecciones de las luchas del pueblo y darlas a conocer,
forman parte de las tareas de propaganda. Ahí donde las fuerzas
revolucionarias son débiles, escasas o nulas, el periódico
puede y debe ser un importante medio de difusión de lo que sucede
en otras partes del país y del mundo, alentando y estimulando el
desarrollo de una conciencia política más desarrollada.
No podemos, no debemos encargarle a otros
la politización de las masas en torno a los problemas políticos
fundamentales: fundar partido y conquistar el poder por vía revolucionaria.
Si los revolucionarios no trabajan ardua, prolongada y pacientemente por
elevar el nivel de conciencia política de las masas, la política
que predominará será la que han inculcado por décadas
el oportunismo, el electoralismo, el revisionismo y las clases dominantes.
La labor de politización, sin embargo
no es un proceso lineal. Esta tarea cardinal, conoce de saltos, avances
y retrocesos, sabe de decepciones y escepticismo entre los activistas
de la causa popular. Es por eso que en periodos en los cuales la preparación
revolucionaria frente a la proximidad del auge de la lucha -o bien, en
los intervalos entre un alza en el movimiento y otra; o peor aún,
en la derrota, cuando cunde la desorientación, la deserción,
la dispersión o el desánimo- toma largos años de
trabajo reconstituir las filas revolucionarias.
Pero tan pronto como se enciende la llama
de la lucha de masas y se reactiva el movimiento de éstas, las
cosas se aceleran y entre los revolucionarios se genera cierto tipo de
confusión. Es la confusión del despertar. Es lo que se vive
en estos momentos. Efectivamente, porque cuando se producen las alzas
en la lucha popular los revolucionarios o no se prepararon bien en el
periodo anterior y las exigencias de la lucha práctica les impiden
ver con claridad las tareas teóricas derivadas de esta lucha, o
porque todavía no aprenden a tomar el pulso a las masas y ligar
la teoría revolucionaria al movimiento; incluso, todavía
permanecen en sus cubículos meditando y meditando, leyendo y leyendo,
sin reaccionar con la rapidez que requiere el devenir de los acontecimientos.
Sin embargo, a riesgo de ser majaderos, hay
que insistir en el hecho que si no son los revolucionarios los que politizan
en el problema central, la conquista del poder para la clase y el pueblo,
serán la costumbre, los usos cotidianos, las prácticas mil
veces repetidas entre las masas, las que por su propio peso histórico,
por su densidad cultural las que prevalecerán. La influencia de
las clases dominantes, no es algo simple o menor. En una sociedad dividida
en clases tiende a predominar la ideología y la cultura de las
clases que dominan. Es por ello que la labor revolucionaria no puede reducirse
a una conspiración de unos pocos, autoconvencidos, pero desligados
de las masas. Tampoco puede ser ese practicismo estrecho que deja a otros
la labor de educar políticamente a las masas, deja a otros las
tareas teóricas, para entregarse ellos a un trabajo entre el pueblo,
carente de orientación, de objetivos, de contenido teórico
revolucionario claro.
Es por ello que en estos momentos de cambio
en la situación del movimiento popular se haga más necesario
que nunca que los maoístas y los revolucionarios en general estemos
preparados. Esto no es un problema que se pueda resolver a última
hora. Los comunistas debemos dedicar gran atención e importancia
al problema del despertar revolucionario de las masas populares. Este
proceso es largo y sinuoso y a él debemos dedicarnos con especial
atención. Despertar el sentimiento anti-imperialistas en las masas
es un primer paso en su politización. Vamos, marchemos decididos
hacia ese primer paso.
ABAJO EL IMPERIALISMO YANQUI!!
ABAJO ESTE GOBIERNO LACAYO Y SERVIL!!
POR UN CHILE DE NUEVA DEMOCRACIA, REVOLUCIONARIO Y POPULAR!!
  U.
R. C. (M - L - M)   
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